“¿Se puede medir el aprendizaje?”
Hemos llegado a lo conclusión de que no se puede medir el aprendizaje,
siempre que hablemos de aprendizaje como desarrollo cognitivo. Teniendo en
cuenta que el ser humano se rige por inteligencias múltiples, difícilmente
podríamos evaluar todos sus progresos, además en cuanto a entrar a calificar
ese aprendizaje (en el caso de que se pudiera) es algo bajo nuestro punto de
vista, totalmente innecesario, ya que con la valoración numérica no conseguimos
otra cosa que la jerarquización, la clasificación y la disgregación.
Realmente en el sistema de evaluación actual ni siquiera se mide la
memorización de manera objetiva, es imposible teniendo en cuenta las
particularidades y el contexto de cada individuo. Por otra parte, el alumno
debe llegar a conocer hasta dónde alcanzan sus capacidades y en que ámbitos
podría sacarse más partido, podríamos decir que existen tantos tipos de
inteligencias como personas, pero nos parece absurda esa necesidad de medir y
calificar. Por ejemplo, quizás alguien que no sea un genio en matemáticas pueda
llegar a destacar en esta materia por su capacidad de esfuerzo y sacrificio.
Las notas con las que a diario se somete a los alumnos alimentan sus
frustraciones hasta el punto de que se actúa por miedo al fracaso o al
suspenso, también puede darse el caso contrario, de un alumno que pudiendo
sacar mejores notas ceda a la mediocridad para sentirse socialmente aceptado.
Difícilmente encontramos justificación a que se siga manteniendo este sistema
tan retrógrado, y ahí podemos encontrar la respuesta, en su afianzamiento y su
perpetuada tradición. La finalidad de la evaluación debe ser valorar en la
medida de lo posible, en el sentido de reconocer y comprender, para así
facilitar y guiar el aprendizaje que
debe atender a las necesidades de cada alumno.
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